lunes, 13 de junio de 2016

LA TRADICIÓN FAMILIAR QUE ENVUELVE





Los porteadores
Todavía queda el eco de los aplausos, risas y alegrías de las gentes en Burgos al recibir a los Gigantillos en su Plaza Mayor, hace apenas unos días por las Fiestas del Curpillos. Estas dos figuras bailan danzas típicas a ritmo de un tamboril. Canciones con aires de jotas, originales y divertidas, en las que la Gigantilla se luce con sus piruetas; deja caer sus amplias enaguas adornadas con encajes entre el alboroto y el aplauso de la muchedumbre que se agolpa en los alrededores del casco histórico de la capital burgalesa.

Por muchos conocidos, se trata de los dos personajes más emblemáticos de Burgos. Dos figuras, la de un hombre mayor y la de una mujer madura. Al hombre le viste una capa negra, larga y que le cubre prácticamente hasta los tobillos, lleva un sombrero negro tapándole su cabeza; y lleva una vara de fresno sujeta en la mano derecha que se le interpreta como símbolo de autoridad, por lo que en creencias populares se dice que se trata del alcalde de una sierra burgalesa. La mujer, representa una aldeana gruesa, con vestido de de colores y delantal negro con unas tiras de terciopelo, un vistoso pañuelo sobre los hombros y un peinado con un moño que no deja descolocado ni un pelo. Ambos con armazón de madera y cabeza de cartón.

No por tantos conocidos, se encuentran los protagonistas anónimos, que no deben de pasarse por alto a la hora de reconocer su labor importante e imprescindible para que estos dos personajes junto con sus compañeros los Gigantones actúen en los pasacalles. Se trata de los porteadores de los gigantones y de los gigantillos, cuya personalidad no suele trascender al público, ya que sus rostros son desconocidos pues van ocultos bajo la vestimenta de las figuras. Pero en justicia hay que reconocer su mérito, pues con su forma de andar -sobre todo en el caso de la Gigantilla-, su gracia al danzar y el salero de sus movimientos al recorrer las calles de la ciudad, contribuyen de una manera sencilla y quizás no reconocida y poco valorada a la conservación del folklore popular.

Los porteadores, con su leyenda y su historia, como otros burgaleses más, esperan que lleguen las fiestas más populares que celebra la ciudad de Burgos, las de San Lesmes, las del día del Señor, Corpus Christi y "Curpillos", las de San Pedro y San Pablo, que son las patronales para salir a recorrer de nuevo las calles de la ciudad con sus figuras para actuar entre ellas las del Gigantillo y la Gigantilla.

Ser porteador no es una tarea fácil, es una labor que traspasa generación a generación por vínculo directo familiar. Las actuaciones de Gigantes y Gigantillos llevan años haciéndose por la familia García.

Generación García

Tres generaciones de la familia García llevan siendo participes en portar a las figuras desde la década de los 50 del siglo XX. Ir más atrás en el tiempo resulta algo difícil de deducir quienes eran los encargados , aunque sabemos que estos personajes de cartón piedra fueron creados en 1899,y que se destruyeron en un incendio, pero el Ayuntamiento se encargó de reconstruirlos en 1973. Es por eso que en propiedad de titularidad los Gigantillos y Gigantones pertenecen al Ayuntamiento. La familia García es solamente la encargada de la actuación de estas figuras emblemáticas.

Julián García, el primero de la saga, se escondió bajo las faldas de los Gigantillos a mediados del siglo pasado. Su nieto Carlos, actual presidente de la asociación cultural que lleva por nombre "Asociación Cultural de Gigantillos y Gigantones". Recuerda como el mayor disgusto de su abuelo aquella jornada del 73, después de las fiestas de San Lesmes, cuando los Gigantillos quedaron reducidos a ceniza.

La fiesta del patrón también está relacionada con otros dos incidentes sufridos por la Gigantilla. El primero se remonta a 1982, cuando Carlos padre, que se encargó de la Gigantilla durante trece años, resbaló y cayó al suelo en medio del pasacalles. El segundo incidente tuvo lugar hace 15 años, durante San Lesmes. El porteador de la Gigantilla , se tropezó haciendo que la figura se rompiese la nariz, y los laterales.

El fallecido Luis Ortega, el mismo artista que en 1984 construyó los gigantones del Cid y doña Jimena, se ofreció a restaurar los destrozos que presentaba la Gigantilla: una nariz prácticamente desprendida, fisuras en los carrillos y dos dientes rotos. La restauración de Ortega permitió que la serrana estuviera lista para bailar, con su tradicional contoneo, en la fiesta del Curpillos.

Carlos García, era el porteador de la Gigantilla desde 1993, siguiendo los pasos de su padre. Hasta que en 2005 le propusieron ser el encargado de las oficinas de la Asociación debido a que le consideraron la persona idónea para ese puesto. Razón por la cual su hermano Jesús tomo su relevo y paso a ser el nuevo porteador de la Gigantilla.

El motivo por el que comenzó su familia considera García es debido a que tuvieron suerte. Su abuelo era un empleado del Ayuntamiento y en su día se lo ofrecieron . Empezó a bailar en los años 50 del siglo XX, portando a la Gigantilla, unos años después quedó vacante el puesto del Gigantillo y le cogió su padre. Su padre también bailo la Gigantilla unos años, después la cogió un tío suyo. Hasta llegar a él.

Preparativos previos a actuación

Como cada preparativo para la fiesta del Curpillos, la actividad de los Gigantillos comienza una semana antes de la fiesta. Seis días antes de su procesión, Carlos García, presidente de la Asociación Cultural Los Gigantillos, se dirige al actual museo de lo Gigantillos, ubicado en lateral del Teatro Principal, para supervisar el traslado de las figuras al vestíbulo. En el vestíbulo del edificio isabelino Vicente Ausín se encarga de vestirles y acicalarles para que ofrezcan la imagen que merecen.

El día de marra , la jornada arranca a las 10 de la mañana, hora a la que se dan citan los porteadores de la pareja: Miguel Ángel García Escalante lleva al Gigantillo y Jesús García Martínez a la Gigantilla. Vestidos y preparados, a las 11 menos cinco salen del Teatro para la procesión que precede a la misa en la iglesia de San Lesmes.

Durante la procesión va una persona dentro de cada muñeco, que es el que se encarga de pasearles por el pasacalles, de moverlo cuando hay que bailar, normalmente siempre es la misma persona. A veces hay algún muñeco que se turnan para llevar porque a lo mejor vienen dos hermanos en vez de venir siempre el mismo, o viene ya el hijo del que le lleva. Suele ser familiar, procuran enseñarles la tradición a sus hijos desde pequeños.

Y así parecía la tarde de los preparativos para la fiesta del Curpillos en el teatro principal, correteaban los hijos de Jesús García y el más pequeño estaba emocionado mirando a la Gigantilla. Mientras que su tío Carlos le preguntaba si de mayor iba a llevar el la Gigantilla a lo que el pequeño respondía contento con semblante de felicidad que le encantaría poder hacerlo algún día.

Porteador por tradición
A la hora de enseñarles a sus hijos o a sus hermanos entre ellos, es practicando los días anteriores pero no comienzan con los propios muñecos sino con unas especies de sacos pesados colocándoselos en los hombros. Aunque lo normal cuando se hacen estas cosas es que cada uno tenga su manía de llevarlos decía García.

Lo que hacen cada uno por su cuenta es procurar estar en forma para poder llevarlos. Un trabajo especifico no tienen, realmente. A él le enseño su padre, a su hermano le enseñaron entre su padre y él. En general, a cada uno de los porteadores de los gigantes su padre les ha enseñado, así va pasando de generación en generación la tradición porteadora.

La dificultad que tienen los porteadores es que no se apoyan el peso en ningún lado , no llevan ruedas ni nada. Se cargan los 60 kilos de los Gigantillos y los 83,5 kilos de los Gigantones y después bailan y es mas problema casi la altura que el propio peso en sí. Porque los Gigantones miden casi 4 metros de alto.

Durante los pasacalles andan un trozo, van haciendo paradas , van destapándose por debajo y sin ser vistos su hace mucho calor ; después cuando acaban o cuando llegan a la plaza donde van a bailar descansan un poco antes de comenzar con su el baile que dura un par de minutos. Tampoco se puede aguantar mucho tiempo con la figura en el aire. Se baja y se descansa entre cada canción.

García cree que lo más increíble de hacer esto es la gente que va a verles con unas ganas y ansia, les hacen llenarse de energía. Además de que les comentan asombrados que sus Gigantes y Gigantillos son de los más bonitos que hay porque no están desproporcionados como en otros lugares.

En general el trato de la gente y la acogida que se les da es espectacular, los porteadores son unos artistas de los pies a la cabeza. No cualquiera cargaría tanto peso sobre sus hombros, estaría atento a seguir a sus compañeros, al baile y al ritmo de la música. Aprendería a llevar a una figura con tanto estilo y ganas de hacerlo. Esto sin duda es una muestra de la grandeza de estas personas, por las que gracias a ellas a día de hoy podemos continuar disfrutando de unas actuaciones tan atractivas como interesantes.

Gigantillos, gigantones,
burgaleses de cartón,
que alegráis con emoción
desfiles y procesiones.

Criaturas sin igual
con el alma burgalesa,
uno, alcalde, otra, alcaldesa
con aire municipal.

Burgaleses de cartón,
personajes de alegría,
vecinos de fantasía,
castellanos de ilusión.

Nuestros gigantillos son
dos preclaros burgaleses,
formales, serios, corteses,
ciudadanos de cartón.

Y son de tal condición
que, con gaita y tamboril,
su espíritu juvenil
trae fiesta al corazón.

Cuando los vemos bailar
los bailes de nuestra tierra
vemos que el cartón encierra
la eterna alma popular.



"Merecen especial mención los bailes de los "Gigantillos" de Burgos que, sin lugar a duda son unos bailes dignos de admirar en todo su esplendor. Gracias a la tradición familiar de los García, que ya forman una parte consolidada de la historia de Burgos que va a perdurar en el tiempo.

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